viernes, 4 de enero de 2019



El primer cuarto de siglo del neozapatismo


Óscar García González

El movimiento altermundista indígena mexicano por excelencia, el más simbólico, universal e incomprendido -sea por lo adelantado de sus planteamientos o simplemente por estar fuera de época-, decide festejar veinticinco años de existencia convocando a un Encuentro Internacional de Redes, en el territorio recuperado del Caracol de La Realidad.

Conformado por tsotsiles, tseltales, choles y tojolabales el EZLN vio la luz luego de diez años de preparación en la clandestinidad, el día en que entró en vigor el TLC (ahora T-MEC renegociado bajo los caprichos de Trump). En tanto se consolidaba la zona euro y los bloques económicos emblemáticos de la globalización neoliberal luego de la caída del Muro de Berlín. Todo lo anterior fue puesto en entredicho por el vocero de unos indígenas mayas, mal armados y entrenados. Desde entonces su evolución de foco guerrillero a movimiento antisistémico que lucha por la vida, no ha dejado de sorprender a propios y extraños.
En su momento denominada como la primera revolución del siglo XXI o como una guerrilla posmoderna por el uso de la red para difundir sus mensajes, el neozapatismo es imposible de definir. Quizás la autonomía sea su principal aporte a los movimientos sociales y fuente de inspiración a otras luchas globales pero cualquier caracterización que hagamos de él, resulta incompleta o inconclusa por las múltiples aristas que se pueden analizar de su dinámica compleja y paradójica. A diferencia de las FARC el EZLN ha construido escuelas, hospitales y proyectos productivos en lugar de hacerse de armas, cuarteles y combatientes.
Autodefinido como antipatriarcal y anticapitalista, el EZLN decidió recientemente impulsar a través del Congreso Nacional Indígena, por primera vez en la historia del país con más indígenas del continente, la candidatura independiente de una mujer indígena y pobre: Marichuy. También han convocado en su geografía a encuentros por la Ciencia y el Arte, ningún movimiento ha sido tan discutido, amado u odiado por las mejores mentes de nuestro tiempo.
Pese a sus aportes que trascienden las fronteras en el tiempo y el espacio (y que esperan mejores tiempos para ser valorados en su justa dimensión) el neozapatismo enfrenta tiempos difíciles. Con el arribo al gobierno de la denominada Cuarta Transformación y sus megaproyectos extractivistas el conflicto parece inevitable y los medios atizan una polarización entre el gobierno y movimientos sociales que en otras ocasiones fueron aliados. Sin embargo, no hay que olvidar que en múltiples ocasiones se ha decretado la muerte del neozapatismo y si alguna lección debemos aprenderles es que son maestros en arte de la resistencia. Ojalá la sociedad mexicana no permita la reedición de las políticas de los gobiernos progresistas que cooptaron o persiguieron a las luchas como la que aquí celebramos, tal y como ocurrió con el MST en Brasil, las consecuencias serían catastróficas.
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