El primer cuarto de siglo del neozapatismo
Óscar García González
El movimiento altermundista indígena mexicano por
excelencia, el más simbólico, universal e incomprendido -sea por lo adelantado
de sus planteamientos o simplemente por estar fuera de época-, decide festejar
veinticinco años de existencia convocando a un Encuentro Internacional de
Redes, en el territorio recuperado del Caracol de La Realidad.
Conformado por tsotsiles, tseltales, choles y tojolabales el
EZLN vio la luz luego de diez años de preparación en la clandestinidad, el día
en que entró en vigor el TLC (ahora T-MEC renegociado bajo los caprichos de
Trump). En tanto se consolidaba la zona euro y los bloques económicos
emblemáticos de la globalización neoliberal luego de la caída del Muro de
Berlín. Todo lo anterior fue puesto en entredicho por el vocero de unos
indígenas mayas, mal armados y entrenados. Desde entonces su evolución de foco
guerrillero a movimiento antisistémico que lucha por la vida, no ha dejado de
sorprender a propios y extraños.
En su momento denominada como la primera revolución del
siglo XXI o como una guerrilla posmoderna por el uso de la red para difundir
sus mensajes, el neozapatismo es imposible de definir. Quizás la autonomía sea
su principal aporte a los movimientos sociales y fuente de inspiración a otras
luchas globales pero cualquier caracterización que hagamos de él, resulta
incompleta o inconclusa por las múltiples aristas que se pueden analizar de su
dinámica compleja y paradójica. A diferencia de las FARC el EZLN ha construido
escuelas, hospitales y proyectos productivos en lugar de hacerse de armas,
cuarteles y combatientes.
Autodefinido como antipatriarcal y anticapitalista, el EZLN
decidió recientemente impulsar a través del Congreso Nacional Indígena, por
primera vez en la historia del país con más indígenas del continente, la
candidatura independiente de una mujer indígena y pobre: Marichuy. También han
convocado en su geografía a encuentros por la Ciencia y el Arte, ningún
movimiento ha sido tan discutido, amado u odiado por las mejores mentes de
nuestro tiempo.
Pese a sus aportes que trascienden las fronteras en el
tiempo y el espacio (y que esperan mejores tiempos para ser valorados en su
justa dimensión) el neozapatismo enfrenta tiempos difíciles. Con el arribo al
gobierno de la denominada Cuarta Transformación y sus megaproyectos
extractivistas el conflicto parece inevitable y los medios atizan una
polarización entre el gobierno y movimientos sociales que en otras ocasiones
fueron aliados. Sin embargo, no hay que olvidar que en múltiples ocasiones se
ha decretado la muerte del neozapatismo y si alguna lección debemos aprenderles
es que son maestros en arte de la resistencia. Ojalá la sociedad mexicana no
permita la reedición de las políticas de los gobiernos progresistas que
cooptaron o persiguieron a las luchas como la que aquí celebramos, tal y como
ocurrió con el MST en Brasil, las consecuencias serían catastróficas.
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