martes, 20 de noviembre de 2018

Cuando veas las barbas de Brasil rasurar...

Jorge Alejandro Suárez Rangel

Esta mañana, como cada día, abrí el Facebook; sólo para confirmar que el odio seguía ahí.
Apenas han pasado unos meses de que la mayoría de mis contactos celebraran el gran triunfo de la izquierda mexicana, contagiados del espíritu festivo y positivista que los asesores de campaña supieron darle a Morena, para confrontar la propaganda de odio que suele lanzarse desde la derecha. Hoy, casi los mismos contactos (que ayer se identificaban con la izquierda), repiten como disco rayado las mentiras, las consignas, los memes y las noticias falsas que los múltiples intereses reaccionarios (de derechas) reparten por todos los medios de comunicación y confusión. La misma materia gris que antes les ayudo a diferenciar entre los intereses económicos de unos cuantos (invertidos en el NAIM) y el futuro ecológico de todos los habitantes de la ciudad de México, hoy parece haberse reducido al intelecto de un niño que tiembla de miedo por las historias nocturnas de migrantes malvados que vienen a burlarse y a robar a los inocentes mexicanos. El mismo cortex que antes sirvió para filtrar la avalancha  de desinformación polarizante del periodo electoral, hoy parace haberse reducido a los instintos más básicos y sólo alcanza a repetir: feminazis, feminazis; mientras ríe para sus adentros. La misma maleabilidad que ayudó al despertar el pensamiento colectivo, luego de la larga pesadilla priísta, hoy parece hacerlo voltear de vuelta al abismo. ¿Tan pronto?
El mundo sufre un proceso de derechización, que es, a su vez, una consecuencia del reacomodo geopolítico-económico de las últimas décadas. Un recrudecimiento de las estrategias norte americanas, frente al difícil escenario de la dominación total o su inevitable decadencia. Pero también se trata de un proceso cultural de la sociedad industrial, del que ya hemos tenido noticias a través del fascismo del siglo XX. La radicalización de derecha acompaña a la civilización ilustrada y democrática, del mismo modo que el totalitarismo acompaño al fenómeno soviético; se trata de una tendencia autodestructiva implícita en la naturaleza humana. Aunque no se trata de un fenómeno espontáneo, más bien al contrario: tal naturaleza, para hacer su aparición en el contexto histórico, ha tenido que ser siempre invocada.
Los grupos de derecha; los poderes económico, político y militar son, por supuesto, los responsables directos de la radicalización; la realización de sus intereses, sus ambiciones egoístas, su megalomanía, su miopía cultural su falta de visión, etc. En resumen, todo el conjunto de rasgos que llevan a los poderosos a ser la perdición de sus pueblos. Pero hay en el cuerpo social otras responsabilidades, como la de creer ciegamente en candidatos reaccionarios o el hacerse a un lado y prestar oídos sordos a la desgracia ajena, bajo pretextos banales o simplemente por cobardía. Así como la ineludible responsabilidad de las izquierdas.
El fracaso de la izquierda es la mejor forma de invocación a los instintos retrógradas; es el fracaso de la ideología en turno, de la utopía en turno que, al desplomarse, arrastra con sigo todo el discurso histórico: el progresismo, la igualdad, libertad, fraternidad, etc; derrotados por el ridículo y vueltos a la figura infantil de los sueños inalcanzables. El fracaso de la izquierda, su fracaso moral y ético, le otorga la razón a sus detractores; las leyes de la fuerza y la astucia rastrera recuperan la autoridad ; se impone la barbarie de los más listos , la supremacia de lo primitivo (de ahí que se les invoque a través de posturas anti-aborto, anti-identidad de género, anti-todo lo que se contradiga con la sociedad primitiva, que es donde la derecha del futuro está mejor cimentada) . Se abre las puertas al tianguis de los mercachifles y las utopías new age, a los pastores millonarios de iglesias pobres, a los comediantes de televisión y los personajes de realityshow, capaces de llevar el chisme y la morbosidad a la tribuna nacional.
En realidad las campañas racistas, machistas, etc; son puro entretenimiento: ensayos para mantener en forma la mente primitiva, mientras se presenta la oportunidad de volver al ruedo de la política. Las inclinaciones más oscuras, los verdaderos argumentos de la derecha, son conjurados cuando la real politik arrastra a los políticos de izquierda a cometer los errores típicos: cuando el gobierno de izquierda aplasta la voluntad indígena en favor de un mega proyecto, cuando la política económica de izquierda obedece a grupos de interés creado, cuando se hace oídos sordos a la crítica, cuando el descontento haya crecido tanto que sea inevitable sacar a las fuerzas represivas, cuando la violencia evidencíe el fracaso de la izquierda.
Por supuesto que no se trata de un destino trágico, las variables en cuanto al futuro de la política mexicana son tan amplias como incierto es el futuro. Sin embargo es importante dar la vos de alarma en una dirección que sería catastrófica para el país. En el proceso de derechización, una izquierda fallida deja de ser, en términos prácticos, izquierda, pasando a ser una simple fase dentro del proceso de derechización. La resistencia popular evita el franco avance de las políticas necesarias para una -cada vez más desquiciada espiral de- concentración de la riqueza; poder avanzar en contra de los intereses de la mitad de la población, requiere al menos el consenso de la otra mitad (quienes no ganaran nada, salvo un lavado de cerebro gratuito). Una izquierda fallida es el mejor argumento para despojar a un pueblo bajo su consentimiento, un izquierda traidora es la mejor forma de hecer votar al pueblo a favor de políticas que van en contra de sus propios intereses, porque ya ha quedado descalificada cualquier otra alternativa y la derecha (igual que las monarquías medievales), llama a ser realistas.
Un ejemplo ya innegable del fracaso de la izquierda en latinoamericana, es el caso de Brasil, donde el electorado cedió el turno a uno de los partidos más retrógradas y reaccionarios que se hayan visto, respaldado por el evangelismo pentecostal y representado por un neo fascista simpatizante de la dictadura militar. El fantasma de la iglesia evangelista recorre América latina y se va asentando poco a poco en sus organismos políticos. Irónicamente, Lopez Obrador, tras ser comparado mañosamente con Maduro, aseguró que él se sentía más identificado con Lula. Es una ironía porque dentro de sus alianzas estratégicas reclutó al PES, un aliado de la iglesia a la que pertenecen Bolsonaro y sus secuaces. El PES es una fuerza menor en México, pero bastante significativa en Latinoamérica que ahora, gracias a la alianza con Morena, cuenta con una posición estratégica en la cámara de diputados y con presupuesto suficiente para configurar una estrategia con miras al 2024, cuando podría seguir los pasos de los evangelistas brasileños, quienes, luego de aliarse dos periodos seguidos con el PT, le dieron la cuchillada por la espalda.
Se acerca el primero de diciembre y no me queda sino desearle suerte al presidente electo, aunque no sin antes aclararle que, el tigre no se soltó: se rifó.