lunes, 3 de septiembre de 2012


¿Puede el turismo atenuar la pobreza?

 
El Turismo es como el fuego, sirve para cocinar
pero también puede incendiar la cocina
(Proverbio asiático)

 
Tulio Ortiz Uribe
Cuando en 1974 se creo el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), se consideraba que esta actividad tendría un efecto multiplicador en la economía de los estados y se tomó como estrategia central para la promoción del desarrollo de algunas regiones de México.

Esta idea prohijó la instrumentación de políticas públicas en el nivel central,  sin considerar los impactos ambientales, culturales y socioeconómicos que traerían sobre la población local, comunidades y familias sin capacidad de gestión ni de control sobre una actividad de la que no se benefician, salvo marginalmente.

Pero también hay indicadores de que si el turismo se desarrolla de forma sostenible, puede ayudar en la atenuación de la pobreza, especialmente en las zonas rurales y deprimidas. Organismos internacionales señalan que con adecuadas fuentes de financiamiento, el turismo puede contribuir a la lucha contra la pobreza tanto en los países en desarrollo como en los menos adelantados.

Sin embargo autores como Salvador Gómez Nieves, de la Universidad de Guadalajara, sugieren que se deben establecer políticas sociales y económicas más inteligentes e integrales para el turismo (este año el Congreso local aprobó desviar los fondos del Impuesto Sobre Nómina y  Hospedaje que se destinaban a obras públicas prioritarias para el combate a la pobreza, a la promoción de Los Cabos en el mercado internacional) sin perder de vista otras actividades productivas, para evitar que los destinos de México escapen al crecimiento exponencial de la población “ese afán de crecimiento irresponsable ante la degradación ecológica, la pérdida de las culturas, los bajos salarios y la marginación”.

Es el caso de Los Cabos, en donde la atracción laboral ha permitido la llegada de miles de trabajadores que, debido a malas políticas públicas sociales y asistenciales, muchos de ellos viven en condiciones precarias que los marginan de una vida digna.

Actualmente Baja California Sur tiene un saldo migratorio positivo, ya que el municipio de Los Cabos se ha convertido en el centro receptor de inmigrantes más importante del estado y uno de los más destacados en México. Datos oficiales muestran que el 74 por ciento de los inmigrantes a ese municipio proceden de otras regiones del país. De acuerdo con datos de INEGI, las principales entidades de origen de los inmigrantes son: Sinaloa con el 17.4 por ciento, Guerrero con el 14.9 por ciento, Distrito Federal con el 9.0 por ciento, Jalisco con el 6.2 por ciento, y finalmente Oaxaca con el 5.7 por ciento.

Como resultado de esta oleada de inmigrantes (en 10 años, Cabo San Lucas y San José del Cabo pasaron de 72 mil 532  a 120 mil 590 habitantes, un promedio de 6 % anual), las autoridades no han podido atender todas las necesidades de habitación, agua potable, salud, educación, energía eléctrica y seguridad. Actualmente hay serios problemas de marginación en un lugar que mueve miles de millones de dólares producto de la actividad turística, pero que tiene 8 mil 500 viviendas con piso de tierra; 15 mil no disponen de agua entubada; 4 mil 500 no tienen drenaje, 4 mil 300 se encuentran sin energía eléctrica; 64 mil habitantes no tienen derecho a la salud y, un dato que es por demás ilustrativo: sólo hay 9 biblioteca públicas en el municipio.

Alfredo Serrano Mancilla, autor del estudio “El impacto del turismo sobre la pobreza” afirma que la pobreza todavía no es el eje central de las agendas internacionales y nacionales del turismo. De igual forma, la Organización Mundial del Turismo ha exteriorizado su preocupación por que el turismo “pueda conducir a la pérdida gradual de los valores culturales, de la estructura económica y de la identidad colectiva de una localidad”; por el contario, el turismo no debe suponer la implantación de nuevas relaciones sociales, nuevos valores culturales o nuevas costumbres, todas ellas ajenas a la comunidad; y agrega que para lograr un desarrollo turístico equilibrado y sostenible se requiere que precisamente esas condiciones nativas de la comunidad orienten la concepción y la instrumentación de proyectos y productos turísticos.

Por su parte el especialista español Jordi Gascón dice que la afirmación de que el crecimiento del turismo genera bienestar en el conjunto de la población y ayuda a reducir la pobreza, es un mito. En el ámbito internacional, dice,  “está de moda el llamado enfoque pro-pobre. Esta teoría considera que el crecimiento de la actividad turística, del tipo que sea, puede reducir la pobreza y, por tanto, desarrollar propuestas para que los pobres puedan participar en esta fuente de riqueza”

Y agrega: “El enfoque pro-pobre parte de una visión errónea, a nuestro entender. No toma en cuenta, ni valora, los impactos negativos que puede generar el turismo, que como ya hemos visto no son pocos. Además, parte de una visión de la pobreza muy simple. La pobreza no depende sólo de la cantidad de los ingresos obtenidos y del nivel de bienestar alcanzado, sino del papel de la gente dentro de la sociedad. Si el incremento de ingresos no va acompañado de una reducción de las desigualdades y de mayor poder para decidir sobre las cosas que afectan a la gente, pues no hay reducción real de la pobreza, la gente siempre se mantiene en una situación de marginalidad frente a los que tienen el poder. El enfoque pro pobre para nada toma en cuenta este problema y, de hecho, con sus aplicaciones va a acabar ayudando a que aumenten las diferencias socioeconómicas entre los de arriba y los de abajo”

Comenta que la relación entre turismo y reducción de la pobreza es más compleja, ya que el turismo, “como cualquier otro sector económico, puede contribuir al desarrollo de una región o generar impactos altamente negativos; todo depende del modelo aplicado y de su gestión. Pero históricamente, la tendencia a sido provocar más problemas que soluciones, especialmente entre los sectores de población más vulnerables y en los ecosistemas”

El turismo, dice finalmente,  hay que entenderlo como un espacio de conflicto social: “en torno a la gestión y a la elección del modelo de la actividad turística entran en competencia y contradicción diferentes intereses de sectores sociales distintos: por el uso de los recursos naturales, económicos y humanos, por el reparto de los beneficios o por la distribución de las externalidades negativas que genera”

En efecto, en Los Cabos hay una inversión extranjera y nacional multimillonaria. El valor del mercado inmobiliario en el corredor turístico es superior a mil millones de dólares anuales y tiene una tasa sostenida de crecimiento del 35 por ciento. En promedio cada año se construyen dos mil casas de descanso para el mercado de extranjeros, a un precio mínimo de 350 mil dólares. Aunque hay un segmento de inversionistas que adquieren una propiedad exclusiva en zona de playa en un millón de dólares o más al contado.
El mercado es tan lucrativo, que se calcula que las inmobiliarias tienen un ingreso anual de 100 millones de dólares, tan solo por la intermediación entre vendedor y comprador, sin considerar la venta de casas usadas, terrenos, ranchos y otro tipo de propiedades.

No muy lejos,  surgen nuevos asentamientos irregulares ante el espejismo de una vida mejor, que no llega. Cerros y cañadas que se pueblan con materiales de desperdicio, y suites de 3 mil dólares la noche en un mundo de fantasía.