Es la guerra tecnológica disfrazada de comercial y el problema se llama 5G y la supremacía china
¿El mundo está en guerra? Si, pero en una guerra de quinta generación, muy diferente a las anteriores, que la prensa hegemónica prefiere calificarla como “comercial” entre Estados Unidos y China, pero que en realidad esconde una guerra tecnológica que es expresión de la desesperación estadounidense por el elevado desarrollo científico chino, que ha desplazado a los estadounidense al segundo lugar. Analistas europeos señalan que la quinta generación de telefonía móvil se ha convertido en la nueva arma de destrucción masiva en la guerra declarada por el presidente estadounidense Donald Trump a China. El veto de Washington primero a las redes y ahora a los móviles del fabricante asiático de dispositivos móviles es una declaración de guerra que va mucho más allá de las hostilidades arancelarias, indican. Google anunció que dejará de dar soporte a los smartphones de la empresa china Huawei, tras lo cual millones de consumidores de estos dispositivos móviles quedaron perplejos ante la posibilidad de que se celular podía convertirse en un cascarón vacío, porque Android, el sistema operativo con el que funcionan, ya no dispondría de actualizaciones del sistema de Google.La pulseada nada amistosa es reflejo de la profunda preocupación estadounidense por una primacía china en la carrera militar y el 5G figura en el centro de esa inquietud (China tiene un adelanto de ocho meses respecto de EEUU), perdiendo la supremacía tecnológica, algo a lo que no estaban acostumbrados en más de trece décadas.
En un informe al Congreso estadounidense, el ministerio de Defensa señala que el desarrollo de las chinas Huawei y ZTE y advierte del esfuerzo de Pequín por “construir grandes grupos empresariales que logren un rápido dominio del mercado con un amplio abanico de tecnologías complementa directamente los esfuerzos de modernización del Ejército y trae consigo implicaciones militares serias”.
El temor a que China controle las comunicaciones y los datos en el futuro es lo que convierte lo que parecía una guerra comercial en una puja trascendental en la industria tecnológica y, en el fondo, en la génesis de una posible carrera armamentista. Es decir, que el problema no es el móvil, ni el 5G a secas, sino todo lo que Pekín pueda llegar a desarrollar con esa red más allá de los usos civiles. Por eso, Washington también se plantea vetar a la compañía china de video vigilancia Hikvision.
Por su parte, Ren Zhengfei, fundador y presidente de Huawei, indicó que “El 5G no es una bomba atómica; es algo que beneficia a la sociedad. No deberíamos ser el objetivo de Estados Unidos solo porque estemos por delante de ellos en 5G”. Es que la quinta generación de telefonía móvil, está revolucionando la industria y la vida cotidiana y no debiera –como pretende Donald Trump al incluir en una lista negra a las firmas chinas- convertirse en un arma de destrucción masiva.
Esta decisión del gobierno estadounidense condena a la obsolescencia a millones de dispositivos, es el primer aviso ante la realidad: gracias a la quinta generación del móvil funcionarán los coches autónomos y los robots industriales podrán procesar en tiempo real cualquier orden, lo que les convertirá en máquinas eficientes y casi humanas, capaces no solo de sustituir a operarios de una fábrica sino a un cirujano en un quirófano para realizar una operación a distancia.
El 5G
Para Ramón Muñoz, analista de El País de España, “El 5G marcará el comienzo de lo que llamamos la era de la invención. Es mucho más profundo que lo que vimos antes con el paso al 4G o cualquier avance anterior. Y no es una exageración. El 5G y la inteligencia artificial significarán miles de millones de elementos conectados, enormes cantidades de datos y todos ellos en la nube”.
Sin duda, cambiará la forma de compartir archivos, las compras online o la reproducción de contenidos”, según Cristiano Amon, presidente de Qualcomm. Dará paso a la cuarta revolución industrial gracias a saltos de innovación, que suponen una disrupción tecnológica total. Las conexiones 5G son 10 veces más rápidas (en laboratorios se alcanzan velocidades 250 veces superiores) que las 4G actuales. Gracias a esa inmediatez se podrá ver contenidos con calidades inimaginables en realidad virtual o en la televisión en 8K.
Además, esta tecnología multiplica por 100 el número de dispositivos conectados con el mismo número de antenas, lo que resuelve el problema de la cobertura en grandes aglomeraciones, como estadios de fútbol y conciertos y reduce a una décima parte el consumo de batería de los dispositivos (alarmas, células o chips), lo que les da mucha más autonomía.
El mayor avance del 5G será la reducción de la latencia, el tiempo de respuesta que tarda un dispositivo en ejecutar una orden desde que se le manda la señal. Cuanto más baja, más rápida será la reacción del aparato que se accione a distancia. El 5G reduce ese retardo a un milisegundo, una repuesta instantánea que es la que permite que la conducción autónoma sea segura, pero también dirigir a distancia los sistemas de comunicación, seguridad o defensa.
De ahí que Trump haya centrado toda su artillería en Huawei, porque domina la construcción de redes 5G. Lo que estamos viviendo es la honda preocupación estadounidense por una primacía china en tecnología y, también, en la carrera militar. Y el 5G chino figura en el centro de esa inquietud.
El general retirado James L. Jones advertía en febrero al Atlantic Council –uno de los grandes laboratorios de idea estadounidense- que “La tecnología 5G de Huawei es la versión siglo XXI del mitológico Caballo de Troya. “Si China controla la infraestructura digital del siglo XXI explotará su posición para sus propósitos de seguridad nacional y tendrá una influencia coercitiva en EE UU y sus aliados, ya que estas redes procesarán todo tipo de datos, y China desde luego las usará para llevar a cabo espionaje”, afirmaba.
Jones agregó: “la expansión del 5G chino amenazará la interoperabilidad de la OTAN, ya que EEUU no podrá integrar su red 5G segura con ningún elemento de los sistemas chinos”. Al presidente estadounidense lo convencieron de que Huawei puede instalar en las redes una capa oculta (lo que se conoce como puerta trasera) con la que el Pekín controlará las comunicaciones de todo el mundo, incluyendo EE UU.
De nada sirvió que Huawei insistiera en que esa acusación es falsa y ofreció a cualquier autoridad el acceso a sus redes para que puedan comprobarlo por sí mismas. Sin dudas, China tiene muchas armas tecnológicas y comerciales en su arsenal para responder al desafío: es el primer inversor mundial en innovación y su retirada de los países occidentales causaría daños considerables y puede cortar el grifo de las exportaciones de los metales raros, imprescindibles para los teléfonos móviles.
Pero sin duda, la más temible es que aplique los planes de contingencia que dice tener para esquivar el aislamiento estadounidense (el plan b del que habla Huawei) y desarrolle un sistema operativo que reemplace a Android y acabe con el casimonopolio de Google, con una cuota de mercado del 85%.
“Nuestras tecnologías 5G van al menos dos años por delante y serán líderes mundiales durante mucho tiempo. Nuestras estaciones base de 5G se pueden instalar a mano. No hace falta torres ni grúas ni cortar carreteras para construirlas, ya que tienen el tamaño de un maletín. Por eso es precisamente el departamento de 5G el que ha sido objeto de los ataques de los EE UU”, dijo esta semana Zhengfei en declaraciones recogidas por medios chinos.
El plan chino pasa por avanzar también en el desarrollo de sus propios chips de procesamiento y de memoria, rompiendo el cerco que le han impuesto los fabricantes estadounidenses como Intel, Qualcomm, Xilinx, Broadcom, Micron Technology y Western Digital o la británica ARM.
El desafío de Trump puede ser un tiro por la culata: los conglomerados industriales chinos como Huawei quizá pasen un duro período, pero al final estarían en disposición de destronar a los gigantes estadounidenses como Google, Cisco, Microsoft o Qualcomm, con pleno respaldo del gobierno de Washington y cuyo dominio nadie discute ahora.
Está en juego algo más que la desilusión de millones de usuarios de Huawei, señala l análisis del diario español. El 5G representará el 15% de las conexiones móviles globales en 2025, cerca del 30% en mercados como China y Europa y del 50% en EEUU. Dentro de seis años la cantidad de conexiones globales del Internet de las cosas se triplicará hasta los 25.000 millones. La pelea es si quien controla esas redes inteligentes y maneja a distancia los dispositivos tendrá su despacho en Pekín o en Washington.
En Europa, Huawei tiene una cuota de mercado del 35% (60% en España) en las redes de nueva generación. Más de 2.500 patentes relativas al 5G llevan su nombre y tiene contratos con unos 40 operadores. Si estos, incluyendo los españoles (Telefónica, Vodafone y Orange), secundan el bloqueo a Huawei, les sería imposible desplegar a tiempo una red 5G. De hecho, Europa ya va con retraso respecto a países como EEUU, Japón, China o Corea. Solo Nokia y Ericsson le hacen sombra, pero la tecnología y despliegue de la firma china son más avanzados y menos costosos, reconoce el análisis de El País.
Tensión y amenazas en busca de un acuerdo
La tensión ya venía desde la administración de Barack Obama, pero en este gobierno nutrido de halcones en materia comercial y bélica, es la que ha apretado con una presión contradictoria, ya que pese a la escalada de los últimas semanas pugna por sellar un gran acuerdo comercial con China.
Las proporciones de una guerra económica entre Estados Unidos y China son mayúsculas. El flujo comercial entre ambas potencias mueve unos 2.000 millones de dólares diarios y el actual grado de interconexión entre producción, suministro y finanzas provoca que el pulso, en realidad, afecte a medio planeta. Para Washington, la complicidad de la Unión Europea y el resto aliados en la presión contra Pekín resulta básica, pero la respuesta es mucho más fría de lo que la Casa Blanca querría.
Sin embargo, tras 11 rondas de conversaciones realizadas en ambas capitales, el conflicto lejos de acercase a una culminación exitosa, ha escalado incluso con la decisión de imponer nuevos aranceles por parte de Estados Unidos justo cuando estaba por comenzar la realización de ese décimo primer encuentro bilateral que se habría de realizar en Washington durante la segunda semana de este mes de mayo.
El 10 de mayo Estados Unidos aumentó los aranceles a las importaciones chinas por un valor de 300 mil millones de dólares elevándolos de 10 a 25%, a lo que Pequín respondió anunciando un plan que se propone introducir gravámenes sobre las importaciones estadounidenses a partir del 1° de junio por valor de 60 mil millones de dólares.
Pero el verdadero eje del problema es que China va logrando una superioridad tecnológica respecto de Estados Unidos que la coloca en una mejor posición para avanzar en su desarrollo hacia una economía fortalecida que la puede colocar en las próximas décadas en la vanguardia económica del planeta.
A través del Plan de la Nueva Ruta de la Seda China ha generado un mecanismo que trae prosperidad no sólo a su país sino a otros pueblos, corroyendo con ello el sistema mediante el cual se usan las relaciones económicas internacionales como instrumento de opresión, subordinación y miseria para la mayor parte de la humanidad, señala el analista Sergio Rodríguez Gelfestein.
Es más, el gobierno de Trump ha decidido incrementar la utilización de Internet como un dispositivo masivo de espionaje y persecución a los actores, individuales o colectivos, que no son funcionales a su supervivencia como superpotencia.
Beligerancia virtual ante la pérdida de liderazgo
Los niveles de beligerancia virtual y su calculada difusión pública denotan la pérdida del liderazgo global y dentro de esa lógica debe explicarse el recrudecimiento del hostigamiento a quienes difunden documentos incómodos para el Departamento de Estado, como los casos de Julian Assange (fundador de WikiLeaks), Chelsea Manning y Edward Snowden (acusados de filtrar información confidencial).
Tampoco se puede olvidar la manipulación electoral con la que Trump llegó al gobierno en 2016, de la que Cambridge Analytica ha sido parte, que se inscribe en una lógica que articula al mundo público con el privado y lo militar con lo cultural.
Las recientes medidas dispuestas por las agencias federales de Washington, de considerar el conjunto de la web como un dispositivo asociado a la lógica de la inteligencia militar, con la creación en noviembre último de la Cybersecurity and Infrastructure Security Agency (CISA), dependencia del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), una de cuyas primeras acciones fue la implementación, con la Agencia Nacional de Inteligencia-Geoespacial (NGA), del sabotaje contra la infraestructura energética de Venezuela.
Los analistas de inteligencia señalan que la operación sobre la red eléctrica se llevó a cabo mediante la combinación del virus Duqu 2.0, (variante del Struxnet, utilizado en 2010 contra la central nuclear de Natanz, cercana a Teherán) y la utilización de Pulsos Electromagnéticos (EMP). ofensiva asumida tácitamente por el propio Trump al firmar la Orden Ejecutiva del 26 de marzo, en la que establece la incorporación de aparatología de EMP, “como un factor en la planificación de escenarios de defensa”.
En ese decreto (“Coordinación de la resiliencia nacional a los pulsos electromagnéticos”) se encomienda a las agencias federales desarrollar capacidades para evitar ataques y/o dañar “total o parcialmente equipamientos eléctricos y electrónicos dentro de su radio de acción con emisiones de energía electromagnética de alta intensidad y radiación”, recuerda el experto argentino de CLAE, Jorge Elbaum.
La ofensiva se orienta a la manipulación de la red para privilegiar la circulación de información de corporaciones estadounidenses, relegando a reales o potenciales competidores (chinos y europeos) a una ínfima visibilización o su literal desaparición en Internet.
En contraprestación, CISA exige a las empresas estadounidenses, beneficiarias de las prácticas de segregación monopólica, la transferencia y acceso a la información disponibles en sus servidores, con el objeto de ampliar el material disponible para el diagnóstico y análisis de Big Data, orientado al supuesto combate al “narcoterrorismo”.
Según Elbaum, sus objetivos estratégicos incluyen la redefinición de la web como un territorio de control geoglobal para contribuir al análisis y la observación del resto de los países del mundo, de sus circuitos comunicaciones soberanos (y de sus ciudadanos), basándose en que Internet fue un desarrollo de EEUU y, por ende, dispone de prerrogativas sobre su vigilancia e intervención.
Asimismo, la reconfiguración de su entramado y estructura para permitir su utilización en la persecución de enemigos, opositores o actores (políticos y/o corporativos) disfuncionales respecto a sus intereses económicos, comerciales, energéticos y financieros, lo que incluye la exclusión de sitios y portales y la proscripción de aquellos que son considerados críticos para su seguridad, incluidos los competidores empresariales.
Otro de los objetivos estratégicos es el despliegue de esquemas de ciberguerra contra estados que cuestionan /disputan el liderazgo estadouniodense y/o que se pliegan a formas de integración autónomas a su control, y/o que deciden utilizar divisas de intercambio comercial ajenas al dólar.
El economista y catedrático español Juan Torres López llama la atención sobre el ataque de Trump a Huawei, que según él es un posible factor de desestabilización en las bolsas de valores mundiales, que están ya de por sí muy altamente desestabilizadas.
En un informe al Congreso estadounidense, el ministerio de Defensa señala que el desarrollo de las chinas Huawei y ZTE y advierte del esfuerzo de Pequín por “construir grandes grupos empresariales que logren un rápido dominio del mercado con un amplio abanico de tecnologías complementa directamente los esfuerzos de modernización del Ejército y trae consigo implicaciones militares serias”.
El temor a que China controle las comunicaciones y los datos en el futuro es lo que convierte lo que parecía una guerra comercial en una puja trascendental en la industria tecnológica y, en el fondo, en la génesis de una posible carrera armamentista. Es decir, que el problema no es el móvil, ni el 5G a secas, sino todo lo que Pekín pueda llegar a desarrollar con esa red más allá de los usos civiles. Por eso, Washington también se plantea vetar a la compañía china de video vigilancia Hikvision.
Por su parte, Ren Zhengfei, fundador y presidente de Huawei, indicó que “El 5G no es una bomba atómica; es algo que beneficia a la sociedad. No deberíamos ser el objetivo de Estados Unidos solo porque estemos por delante de ellos en 5G”. Es que la quinta generación de telefonía móvil, está revolucionando la industria y la vida cotidiana y no debiera –como pretende Donald Trump al incluir en una lista negra a las firmas chinas- convertirse en un arma de destrucción masiva.
Esta decisión del gobierno estadounidense condena a la obsolescencia a millones de dispositivos, es el primer aviso ante la realidad: gracias a la quinta generación del móvil funcionarán los coches autónomos y los robots industriales podrán procesar en tiempo real cualquier orden, lo que les convertirá en máquinas eficientes y casi humanas, capaces no solo de sustituir a operarios de una fábrica sino a un cirujano en un quirófano para realizar una operación a distancia.
El 5G
Para Ramón Muñoz, analista de El País de España, “El 5G marcará el comienzo de lo que llamamos la era de la invención. Es mucho más profundo que lo que vimos antes con el paso al 4G o cualquier avance anterior. Y no es una exageración. El 5G y la inteligencia artificial significarán miles de millones de elementos conectados, enormes cantidades de datos y todos ellos en la nube”.
Sin duda, cambiará la forma de compartir archivos, las compras online o la reproducción de contenidos”, según Cristiano Amon, presidente de Qualcomm. Dará paso a la cuarta revolución industrial gracias a saltos de innovación, que suponen una disrupción tecnológica total. Las conexiones 5G son 10 veces más rápidas (en laboratorios se alcanzan velocidades 250 veces superiores) que las 4G actuales. Gracias a esa inmediatez se podrá ver contenidos con calidades inimaginables en realidad virtual o en la televisión en 8K.
Además, esta tecnología multiplica por 100 el número de dispositivos conectados con el mismo número de antenas, lo que resuelve el problema de la cobertura en grandes aglomeraciones, como estadios de fútbol y conciertos y reduce a una décima parte el consumo de batería de los dispositivos (alarmas, células o chips), lo que les da mucha más autonomía.
El mayor avance del 5G será la reducción de la latencia, el tiempo de respuesta que tarda un dispositivo en ejecutar una orden desde que se le manda la señal. Cuanto más baja, más rápida será la reacción del aparato que se accione a distancia. El 5G reduce ese retardo a un milisegundo, una repuesta instantánea que es la que permite que la conducción autónoma sea segura, pero también dirigir a distancia los sistemas de comunicación, seguridad o defensa.
De ahí que Trump haya centrado toda su artillería en Huawei, porque domina la construcción de redes 5G. Lo que estamos viviendo es la honda preocupación estadounidense por una primacía china en tecnología y, también, en la carrera militar. Y el 5G chino figura en el centro de esa inquietud.
El general retirado James L. Jones advertía en febrero al Atlantic Council –uno de los grandes laboratorios de idea estadounidense- que “La tecnología 5G de Huawei es la versión siglo XXI del mitológico Caballo de Troya. “Si China controla la infraestructura digital del siglo XXI explotará su posición para sus propósitos de seguridad nacional y tendrá una influencia coercitiva en EE UU y sus aliados, ya que estas redes procesarán todo tipo de datos, y China desde luego las usará para llevar a cabo espionaje”, afirmaba.
Jones agregó: “la expansión del 5G chino amenazará la interoperabilidad de la OTAN, ya que EEUU no podrá integrar su red 5G segura con ningún elemento de los sistemas chinos”. Al presidente estadounidense lo convencieron de que Huawei puede instalar en las redes una capa oculta (lo que se conoce como puerta trasera) con la que el Pekín controlará las comunicaciones de todo el mundo, incluyendo EE UU.
De nada sirvió que Huawei insistiera en que esa acusación es falsa y ofreció a cualquier autoridad el acceso a sus redes para que puedan comprobarlo por sí mismas. Sin dudas, China tiene muchas armas tecnológicas y comerciales en su arsenal para responder al desafío: es el primer inversor mundial en innovación y su retirada de los países occidentales causaría daños considerables y puede cortar el grifo de las exportaciones de los metales raros, imprescindibles para los teléfonos móviles.
Pero sin duda, la más temible es que aplique los planes de contingencia que dice tener para esquivar el aislamiento estadounidense (el plan b del que habla Huawei) y desarrolle un sistema operativo que reemplace a Android y acabe con el casimonopolio de Google, con una cuota de mercado del 85%.
“Nuestras tecnologías 5G van al menos dos años por delante y serán líderes mundiales durante mucho tiempo. Nuestras estaciones base de 5G se pueden instalar a mano. No hace falta torres ni grúas ni cortar carreteras para construirlas, ya que tienen el tamaño de un maletín. Por eso es precisamente el departamento de 5G el que ha sido objeto de los ataques de los EE UU”, dijo esta semana Zhengfei en declaraciones recogidas por medios chinos.
El plan chino pasa por avanzar también en el desarrollo de sus propios chips de procesamiento y de memoria, rompiendo el cerco que le han impuesto los fabricantes estadounidenses como Intel, Qualcomm, Xilinx, Broadcom, Micron Technology y Western Digital o la británica ARM.
El desafío de Trump puede ser un tiro por la culata: los conglomerados industriales chinos como Huawei quizá pasen un duro período, pero al final estarían en disposición de destronar a los gigantes estadounidenses como Google, Cisco, Microsoft o Qualcomm, con pleno respaldo del gobierno de Washington y cuyo dominio nadie discute ahora.
Está en juego algo más que la desilusión de millones de usuarios de Huawei, señala l análisis del diario español. El 5G representará el 15% de las conexiones móviles globales en 2025, cerca del 30% en mercados como China y Europa y del 50% en EEUU. Dentro de seis años la cantidad de conexiones globales del Internet de las cosas se triplicará hasta los 25.000 millones. La pelea es si quien controla esas redes inteligentes y maneja a distancia los dispositivos tendrá su despacho en Pekín o en Washington.
En Europa, Huawei tiene una cuota de mercado del 35% (60% en España) en las redes de nueva generación. Más de 2.500 patentes relativas al 5G llevan su nombre y tiene contratos con unos 40 operadores. Si estos, incluyendo los españoles (Telefónica, Vodafone y Orange), secundan el bloqueo a Huawei, les sería imposible desplegar a tiempo una red 5G. De hecho, Europa ya va con retraso respecto a países como EEUU, Japón, China o Corea. Solo Nokia y Ericsson le hacen sombra, pero la tecnología y despliegue de la firma china son más avanzados y menos costosos, reconoce el análisis de El País.
Tensión y amenazas en busca de un acuerdo
La tensión ya venía desde la administración de Barack Obama, pero en este gobierno nutrido de halcones en materia comercial y bélica, es la que ha apretado con una presión contradictoria, ya que pese a la escalada de los últimas semanas pugna por sellar un gran acuerdo comercial con China.
Las proporciones de una guerra económica entre Estados Unidos y China son mayúsculas. El flujo comercial entre ambas potencias mueve unos 2.000 millones de dólares diarios y el actual grado de interconexión entre producción, suministro y finanzas provoca que el pulso, en realidad, afecte a medio planeta. Para Washington, la complicidad de la Unión Europea y el resto aliados en la presión contra Pekín resulta básica, pero la respuesta es mucho más fría de lo que la Casa Blanca querría.
Sin embargo, tras 11 rondas de conversaciones realizadas en ambas capitales, el conflicto lejos de acercase a una culminación exitosa, ha escalado incluso con la decisión de imponer nuevos aranceles por parte de Estados Unidos justo cuando estaba por comenzar la realización de ese décimo primer encuentro bilateral que se habría de realizar en Washington durante la segunda semana de este mes de mayo.
El 10 de mayo Estados Unidos aumentó los aranceles a las importaciones chinas por un valor de 300 mil millones de dólares elevándolos de 10 a 25%, a lo que Pequín respondió anunciando un plan que se propone introducir gravámenes sobre las importaciones estadounidenses a partir del 1° de junio por valor de 60 mil millones de dólares.
Pero el verdadero eje del problema es que China va logrando una superioridad tecnológica respecto de Estados Unidos que la coloca en una mejor posición para avanzar en su desarrollo hacia una economía fortalecida que la puede colocar en las próximas décadas en la vanguardia económica del planeta.
A través del Plan de la Nueva Ruta de la Seda China ha generado un mecanismo que trae prosperidad no sólo a su país sino a otros pueblos, corroyendo con ello el sistema mediante el cual se usan las relaciones económicas internacionales como instrumento de opresión, subordinación y miseria para la mayor parte de la humanidad, señala el analista Sergio Rodríguez Gelfestein.
Es más, el gobierno de Trump ha decidido incrementar la utilización de Internet como un dispositivo masivo de espionaje y persecución a los actores, individuales o colectivos, que no son funcionales a su supervivencia como superpotencia.
Beligerancia virtual ante la pérdida de liderazgo
Los niveles de beligerancia virtual y su calculada difusión pública denotan la pérdida del liderazgo global y dentro de esa lógica debe explicarse el recrudecimiento del hostigamiento a quienes difunden documentos incómodos para el Departamento de Estado, como los casos de Julian Assange (fundador de WikiLeaks), Chelsea Manning y Edward Snowden (acusados de filtrar información confidencial).
Tampoco se puede olvidar la manipulación electoral con la que Trump llegó al gobierno en 2016, de la que Cambridge Analytica ha sido parte, que se inscribe en una lógica que articula al mundo público con el privado y lo militar con lo cultural.
Las recientes medidas dispuestas por las agencias federales de Washington, de considerar el conjunto de la web como un dispositivo asociado a la lógica de la inteligencia militar, con la creación en noviembre último de la Cybersecurity and Infrastructure Security Agency (CISA), dependencia del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), una de cuyas primeras acciones fue la implementación, con la Agencia Nacional de Inteligencia-Geoespacial (NGA), del sabotaje contra la infraestructura energética de Venezuela.
Los analistas de inteligencia señalan que la operación sobre la red eléctrica se llevó a cabo mediante la combinación del virus Duqu 2.0, (variante del Struxnet, utilizado en 2010 contra la central nuclear de Natanz, cercana a Teherán) y la utilización de Pulsos Electromagnéticos (EMP). ofensiva asumida tácitamente por el propio Trump al firmar la Orden Ejecutiva del 26 de marzo, en la que establece la incorporación de aparatología de EMP, “como un factor en la planificación de escenarios de defensa”.
En ese decreto (“Coordinación de la resiliencia nacional a los pulsos electromagnéticos”) se encomienda a las agencias federales desarrollar capacidades para evitar ataques y/o dañar “total o parcialmente equipamientos eléctricos y electrónicos dentro de su radio de acción con emisiones de energía electromagnética de alta intensidad y radiación”, recuerda el experto argentino de CLAE, Jorge Elbaum.
La ofensiva se orienta a la manipulación de la red para privilegiar la circulación de información de corporaciones estadounidenses, relegando a reales o potenciales competidores (chinos y europeos) a una ínfima visibilización o su literal desaparición en Internet.
En contraprestación, CISA exige a las empresas estadounidenses, beneficiarias de las prácticas de segregación monopólica, la transferencia y acceso a la información disponibles en sus servidores, con el objeto de ampliar el material disponible para el diagnóstico y análisis de Big Data, orientado al supuesto combate al “narcoterrorismo”.
Según Elbaum, sus objetivos estratégicos incluyen la redefinición de la web como un territorio de control geoglobal para contribuir al análisis y la observación del resto de los países del mundo, de sus circuitos comunicaciones soberanos (y de sus ciudadanos), basándose en que Internet fue un desarrollo de EEUU y, por ende, dispone de prerrogativas sobre su vigilancia e intervención.
Asimismo, la reconfiguración de su entramado y estructura para permitir su utilización en la persecución de enemigos, opositores o actores (políticos y/o corporativos) disfuncionales respecto a sus intereses económicos, comerciales, energéticos y financieros, lo que incluye la exclusión de sitios y portales y la proscripción de aquellos que son considerados críticos para su seguridad, incluidos los competidores empresariales.
Otro de los objetivos estratégicos es el despliegue de esquemas de ciberguerra contra estados que cuestionan /disputan el liderazgo estadouniodense y/o que se pliegan a formas de integración autónomas a su control, y/o que deciden utilizar divisas de intercambio comercial ajenas al dólar.
El economista y catedrático español Juan Torres López llama la atención sobre el ataque de Trump a Huawei, que según él es un posible factor de desestabilización en las bolsas de valores mundiales, que están ya de por sí muy altamente desestabilizadas.
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Ricardo Carnevali, Doctorando en Comunicación Estratégica, Investigador del Observatorio en Comunicación y Democracia, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la) Fuente original: http://estrategia.la/2019/05/ 28/es-la-guerra-tecnólogica- disfrazada-de-comercial-y-el- problema-se-llama-5g-y-la- supremacía china.