Llegar a Los Pinos, bien vale una misa
Miguel Ángel Ferrer
"Hablad suavemente, pero empuñad un gran garrote"
aconsejaba el primer Roosevelt (Teodoro, presidente de Estados Unidos entre
1901 y 1909). De entonces para acá, la frase ha sido la divisa del imperialismo
estadounidense. Se puede dialogar y se puede negociar, pero sin exabruptos. Y
mostrando siempre de qué lado está la fuerza. Y amenazando, también siempre,
con el uso de la violencia.
Pero la llamada divisa del "Gran Garrote" o del "Big Stick" no ha sido a lo largo de las décadas de uso exclusivo del imperialismo yanqui. En México ha tenido célebres practicantes. Así, de pronto, vienen a la mente dos casos emblemáticos.
En la década de los cuarenta del siglo pasado, el gobernador poblano Maximino Ávila Camacho, hermano mayor del entonces presidente de la república, quería comprar un rancho. Pero el dueño se negaba a venderlo a pesar de lo jugoso de la oferta del político y militar. Frente a la reiterada negativa del propietario, el atrabiliario gobernador encontró la fórmula magistral para lograr su propósito: le dijo al rejego ranchero: "Me vende usted el rancho o me lo vende su viuda".
¿Y quién no recuerda aquel famoso discurso de otro poblano, el presidente de la república (1964-1970) Gustavo Díaz Ordaz? Dijo tender la mano a los muchachos del movimiento estudiantil de 1968, pero el conflicto terminó en la matanza de Tlatelolco, aquella fatídica noche del 2 de octubre.
Ahora aparece en escena un nuevo personaje de finas maneras, de palabras suaves, de invitación al diálogo y a la concordia, pero explícitamente amenazante. Se trata del recién estrenado secretario de Educación Pública, licenciado Aurelio Nuño Mayer.
Cuestionado por los periodista sobre la convocatoria de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) a un paro nacional el próximo lunes 12 de octubre, afirmó que "tenemos un gran respeto al derecho que tienen todos los maestros, como cualquier mexicano, a manifestarse, pero insistimos en que éste no puede estar por encima del derecho que tienen los niños a la educación y tienen que cumplir con sus obligaciones, y si estas actividades implican que falten a clases vamos a aplicar la ley".
Muy respetuoso de los derechos laborales de los mexicanos en general y de los maestros en particular, Nuño Mayer debería saber que los paros, las suspensiones de labores, las huelgas son mecanismos de las luchas laborales legitimados por la historia mexicana y universal. "Hablad suavemente, pero empuñad un gran garrote".
Está bien luchar para no ser atropellados por el patrón. Pero sólo en domingos y días festivos. O por las noches. Nada de suspender las clases. Porque al que se le ocurra se le descontará el salario del día de la ausencia. Y como el principio rector de la conducta de Nuño es la aplicación irrestricta de la ley, se harán necesarias otras medidas punitivas, como más descuentos salariales, las actas de abandono de empleo y el cese fulminante del profesor, sin dejar de lado, desde luego, la represión policiaca o militar. Y, por supuesto, el empleo de provocadores, halcones y reventadores de marchas y protestas. Todo, claro está, con el fin de aplicar escrupulosamente la ley.
De modo que ya sabemos cómo irán las cosas en los próximos meses. Palabras suaves y dura represión. Incluidas en ésta, desde luego, la cárcel para los maestros que persistan en defender sus legítimos derechos laborales y ciudadanos. Quizá Nuño Mayer piense, como aquel célebre rey, que llegar a Los Pinos bien vale una misa ferozmente represiva y sangrienta.
Pero la llamada divisa del "Gran Garrote" o del "Big Stick" no ha sido a lo largo de las décadas de uso exclusivo del imperialismo yanqui. En México ha tenido célebres practicantes. Así, de pronto, vienen a la mente dos casos emblemáticos.
En la década de los cuarenta del siglo pasado, el gobernador poblano Maximino Ávila Camacho, hermano mayor del entonces presidente de la república, quería comprar un rancho. Pero el dueño se negaba a venderlo a pesar de lo jugoso de la oferta del político y militar. Frente a la reiterada negativa del propietario, el atrabiliario gobernador encontró la fórmula magistral para lograr su propósito: le dijo al rejego ranchero: "Me vende usted el rancho o me lo vende su viuda".
¿Y quién no recuerda aquel famoso discurso de otro poblano, el presidente de la república (1964-1970) Gustavo Díaz Ordaz? Dijo tender la mano a los muchachos del movimiento estudiantil de 1968, pero el conflicto terminó en la matanza de Tlatelolco, aquella fatídica noche del 2 de octubre.
Ahora aparece en escena un nuevo personaje de finas maneras, de palabras suaves, de invitación al diálogo y a la concordia, pero explícitamente amenazante. Se trata del recién estrenado secretario de Educación Pública, licenciado Aurelio Nuño Mayer.
Cuestionado por los periodista sobre la convocatoria de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) a un paro nacional el próximo lunes 12 de octubre, afirmó que "tenemos un gran respeto al derecho que tienen todos los maestros, como cualquier mexicano, a manifestarse, pero insistimos en que éste no puede estar por encima del derecho que tienen los niños a la educación y tienen que cumplir con sus obligaciones, y si estas actividades implican que falten a clases vamos a aplicar la ley".
Muy respetuoso de los derechos laborales de los mexicanos en general y de los maestros en particular, Nuño Mayer debería saber que los paros, las suspensiones de labores, las huelgas son mecanismos de las luchas laborales legitimados por la historia mexicana y universal. "Hablad suavemente, pero empuñad un gran garrote".
Está bien luchar para no ser atropellados por el patrón. Pero sólo en domingos y días festivos. O por las noches. Nada de suspender las clases. Porque al que se le ocurra se le descontará el salario del día de la ausencia. Y como el principio rector de la conducta de Nuño es la aplicación irrestricta de la ley, se harán necesarias otras medidas punitivas, como más descuentos salariales, las actas de abandono de empleo y el cese fulminante del profesor, sin dejar de lado, desde luego, la represión policiaca o militar. Y, por supuesto, el empleo de provocadores, halcones y reventadores de marchas y protestas. Todo, claro está, con el fin de aplicar escrupulosamente la ley.
De modo que ya sabemos cómo irán las cosas en los próximos meses. Palabras suaves y dura represión. Incluidas en ésta, desde luego, la cárcel para los maestros que persistan en defender sus legítimos derechos laborales y ciudadanos. Quizá Nuño Mayer piense, como aquel célebre rey, que llegar a Los Pinos bien vale una misa ferozmente represiva y sangrienta.
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