Neoliberalismo: la causa de la decadencia social
Miguel Alejandro Rivera
Podríamos partir de la Teoría General de Sistemas de Ludwig
von Bertalanffy para entender el porqué, en efecto, el neoliberalismo es un
factor determinante para una clara bancarrota moral en la que se encuentra, no
sólo la sociedad mexicana, sino la de gran parte del mundo, sobre todo en los
países que no superan la trampa del subdesarrollo.
La Teoría implica que un sistema se encuentra compuesto de subsistemas que repiten los vicios o virtudes del propio sistema que integra; es decir, podemos pensar en el Sistema Mundo, el cuál se rige por el modelo de producción capitalista y que está integrado por subsistemas (Estados), qué replican el capitalismo en su estructura; por tanto, las sociedades y sus individuos, también lo harán.
El capitalismo se guía por el egoísmo de generar más riqueza, más dividendos, más posesiones, más reservas sin importar a qué costo se logren estos objetivos. Varios de la Universidad de Salamanca o de la Universidad Autónoma Metropolitana, retoman el concepto de «Necropoder», a esta estrategia de generar ganancias incluso sobre los derechos sociales de los campesinos u obreros que aportan la mano de obra al dueño de los medios de producción.
Sin embargo, y pese a los paupérrimos salarios, el obrero querrá replicar el sistema hasta donde sus circunstancias le permitan. Entonces para tener «riquezas», para tener objetos de moda, para tener auto, para tener lo que sea, trabajará hasta el hartazgo, en el mejor de los casos, y si no, generará deudas crediticias o peor, se unirá a la delincuencia.
Incluso, menciona Erich Fromm, en su libro, “Tener o Ser”, cómo hasta nuestro lenguaje se ve determinado por la presión del capitalismo; el psicólogo alemán explica que decimos “tengo hambre”, “tengo sueño”, “tengo ganas de salir” cuando esas cosas no se tienen, sino que se sienten, pero estamos tan obnubilados por “tener” algo que lo reflejamos en las expresiones… ¿Cuántos necios no sólo quieren “tener” la razón en lugar de usarla?
Imaginemos entonces todas las frustraciones de una persona en el subdesarrollo que trabaja y no le alcanza, y se endeuda, y trabaja más para pagar la deuda y las opciones se le acaban porque quiere “tenerlo” todo pero no lo logra. Vivimos en una sociedad de frustraciones donde la válvula de escape resultan de pronto la violencia, el abuso, el maltrato. ¿Qué otra manera de “tener” poder sino con la fuerza sobre el débil?, porque el sueño es sentirse superior así como lo es el capitalista. Bien lo dice el sociólogo Zygmunt Bauman, en su obra: “Vidas desperdiciadas, la modernidad y sus parias”: «la incertidumbre y la angustia, son los principales productos de la globalización».
Autores como el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, o el propio Bauman, se han dedicado a estudiar el difícil precio de la desigualdad que ha generado el sistema neoliberal, que implica un capitalismo salvaje donde la distribución de la riqueza cada día es más inequitativa.
Para Bauman, por ejemplo, el actual sistema económico y social genera un montón de desocupados que se sienten fuera de la sociedad y experimentan una terrible depresión al no encontrar identidad funcional en el entorno al que pertenecen.
En tanto, Luis Enrique Segoviano Contreras, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, explica que los cambios en los sistemas productivos y de consumo, en efecto, han sido factor clave para crear los estándares normativos que conforman la moral aceptada en la sociedad.
La Teoría implica que un sistema se encuentra compuesto de subsistemas que repiten los vicios o virtudes del propio sistema que integra; es decir, podemos pensar en el Sistema Mundo, el cuál se rige por el modelo de producción capitalista y que está integrado por subsistemas (Estados), qué replican el capitalismo en su estructura; por tanto, las sociedades y sus individuos, también lo harán.
El capitalismo se guía por el egoísmo de generar más riqueza, más dividendos, más posesiones, más reservas sin importar a qué costo se logren estos objetivos. Varios de la Universidad de Salamanca o de la Universidad Autónoma Metropolitana, retoman el concepto de «Necropoder», a esta estrategia de generar ganancias incluso sobre los derechos sociales de los campesinos u obreros que aportan la mano de obra al dueño de los medios de producción.
Sin embargo, y pese a los paupérrimos salarios, el obrero querrá replicar el sistema hasta donde sus circunstancias le permitan. Entonces para tener «riquezas», para tener objetos de moda, para tener auto, para tener lo que sea, trabajará hasta el hartazgo, en el mejor de los casos, y si no, generará deudas crediticias o peor, se unirá a la delincuencia.
Incluso, menciona Erich Fromm, en su libro, “Tener o Ser”, cómo hasta nuestro lenguaje se ve determinado por la presión del capitalismo; el psicólogo alemán explica que decimos “tengo hambre”, “tengo sueño”, “tengo ganas de salir” cuando esas cosas no se tienen, sino que se sienten, pero estamos tan obnubilados por “tener” algo que lo reflejamos en las expresiones… ¿Cuántos necios no sólo quieren “tener” la razón en lugar de usarla?
Imaginemos entonces todas las frustraciones de una persona en el subdesarrollo que trabaja y no le alcanza, y se endeuda, y trabaja más para pagar la deuda y las opciones se le acaban porque quiere “tenerlo” todo pero no lo logra. Vivimos en una sociedad de frustraciones donde la válvula de escape resultan de pronto la violencia, el abuso, el maltrato. ¿Qué otra manera de “tener” poder sino con la fuerza sobre el débil?, porque el sueño es sentirse superior así como lo es el capitalista. Bien lo dice el sociólogo Zygmunt Bauman, en su obra: “Vidas desperdiciadas, la modernidad y sus parias”: «la incertidumbre y la angustia, son los principales productos de la globalización».
Autores como el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, o el propio Bauman, se han dedicado a estudiar el difícil precio de la desigualdad que ha generado el sistema neoliberal, que implica un capitalismo salvaje donde la distribución de la riqueza cada día es más inequitativa.
Para Bauman, por ejemplo, el actual sistema económico y social genera un montón de desocupados que se sienten fuera de la sociedad y experimentan una terrible depresión al no encontrar identidad funcional en el entorno al que pertenecen.
En tanto, Luis Enrique Segoviano Contreras, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, explica que los cambios en los sistemas productivos y de consumo, en efecto, han sido factor clave para crear los estándares normativos que conforman la moral aceptada en la sociedad.
Asimismo, la doctora María Pastora Novoa Portela, también
investigadora de la UAM, señala que el modelo neoliberal «fetichiza» a las
mercancías de consumo como la máxima aspiración de las sociedades actuales, lo
que implica sobrevalorar lo material y minimizar a los seres humano que nos
rodean y las relaciones con ellos. Es decir, la moral neoliberal y capitalista
gira en torno de la riqueza a cualquier costo, de la satisfacción de las
pasiones de forma inmediata y de la degradación de «El Otro».
Cómo no esperar que en México se viole y asesinar a las mujeres si el sistema nos ha enseñado que lo más importante es la satisfacción inmediata. No una de las campañas de la tienda departamental Sears es: “Lo quiero, lo compro, lo tengo”; aunque parezca irreal, esas son las reglas que impone el neoliberalismo.
Para síntesis de este panorama, podemos citar al sociólogo William Robinsón, en su obra: «Una teoría sobre el capitalismo global», donde menciona: «Los ajustes neoliberales resultan en una caída del consumo popular y las condiciones sociales, un aumento de la pobreza, la miseria, y la inseguridad, protestas contra el hambre, desigualdad creciente, polarización social y el resultante conflicto político». ¿Parece la receta del México moderno, no?
En fin, claro que el neoliberalismo se réplica como sistema en las sociedades y en los individuos, dejando terribles consecuencias en las dinámicas del devenir humano, por lo que este texto sólo podría terminar con la cabal frase de la cantante Alika: «Y el pobre no duerme de tanto desear lo que el rico cuida tanto que no encuentra la paz».
*Las referencias a las investigaciones de la Universidad Autónoma Metropolitana se obtuvieron del libro: “Ética y Capitalismo: una mirada crítica en el Siglo XXI”, editado por la propia UAM.
Cómo no esperar que en México se viole y asesinar a las mujeres si el sistema nos ha enseñado que lo más importante es la satisfacción inmediata. No una de las campañas de la tienda departamental Sears es: “Lo quiero, lo compro, lo tengo”; aunque parezca irreal, esas son las reglas que impone el neoliberalismo.
Para síntesis de este panorama, podemos citar al sociólogo William Robinsón, en su obra: «Una teoría sobre el capitalismo global», donde menciona: «Los ajustes neoliberales resultan en una caída del consumo popular y las condiciones sociales, un aumento de la pobreza, la miseria, y la inseguridad, protestas contra el hambre, desigualdad creciente, polarización social y el resultante conflicto político». ¿Parece la receta del México moderno, no?
En fin, claro que el neoliberalismo se réplica como sistema en las sociedades y en los individuos, dejando terribles consecuencias en las dinámicas del devenir humano, por lo que este texto sólo podría terminar con la cabal frase de la cantante Alika: «Y el pobre no duerme de tanto desear lo que el rico cuida tanto que no encuentra la paz».
*Las referencias a las investigaciones de la Universidad Autónoma Metropolitana se obtuvieron del libro: “Ética y Capitalismo: una mirada crítica en el Siglo XXI”, editado por la propia UAM.
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