¿Y quién va a pagar el «coronacrac»?
Marc Vandepitte
En términos de salud el coronavirus es sin duda uno de
los mayores desafíos de la historia reciente. Pero también puede poner patas
arriba nuestro sistema económico. Ya está claro que en el futuro consideraremos
el 2020 un año de cambio, el comienzo de una nueva era.
Gravedad
El Covid-19 es un raro virus agresivo cuyo alcance es
comparable al de la
gripe española de 1918, que provocó la muerte de al menos 20 millones de
personas.
Aún no sabemos cuánto tiempo durará esta pandemia. ¿Unas
pocas semanas, meses o más? ¿Reaparecerá después del verano? El CIDRAP,
el prestigioso centro de investigación de enfermedades contagiosas, afirma que
tendremos que mantener las medidas de «distancia segura» (distancia social)
durante 18 meses o hasta que se disponga de una vacuna. Los principales
expertos de Gran
Bretaña y de la Organización Mundial de la Salud lo confirman. Es
probable que el desarrollo de una vacuna de este tipo lleve entre un
año, y un año y medio.
El shock del corona en un cuerpo debilitado
La contención de la pandemia perturbará profundamente la
vida económica. Sectores enteros de la economía se están paralizando. Todos los
ámbitos en los que hay contacto humano, industrias como la automotriz, gran
parte del sector de los servicios, etcétera. Además, el motor económico
desacelera aún más debido a la disminución del poder adquisitivo como resultado
del fuerte aumento del desempleo.
En la mayoría de los casos un cuerpo sano o fuerte es capaz
de sobrevivir al coronavirus. El Covid-19 se vuelve especialmente peligroso y
mortal cuando el cuerpo está debilitado o enfermo. Lo mismo vale para nuestra
economía. En principio una economía sana puede hacer frente al shock del
coronavirus. Pero ese es precisamente el problema.
El crecimiento de la productividad (cuánta riqueza produce
un trabajador por hora) es una buena forma de medir la salud de la economía.
Pues bien, en los últimos veinte años casi
se ha paralizado. Las empresas invierten cada
vez menos en la ampliación y renovación de su capacidad de producción. En
cambio, utilizan sus ganancias para comprar sus propias acciones y pagar
más dividendos que
antes. Las tasas de beneficios (porcentaje de la ganancia sobre el capital
invertido) también son un buen indicador. Aquí también hemos visto un declive constante desde
la década de 1970.
Otro indicador es la deuda. En 2018 la CNUCED ya
advirtió de la vulnerabilidad de nuestra economía debido a la elevada deuda
mundial. A nivel mundial la montaña de la deuda total se ha elevado a una
cantidad récord de 253.000
mil millones de dólares. Eso es el 322 % del PIB mundial.
La causa de la crisis de 2008 fueron las hipotecas basura de
los particulares. Ahora son los préstamos
de alto riesgo a empresas privadas, es decir, los préstamos basura. Esta
vez se trata de cantidades mucho mayores. Sólo para Asia está en peligro el
pago de no menos de 32.000
mil millones de dólares en deuda. Esa cantidad equivale a una vez y
media el PIB total de Europa.
El Covid-19 dará un duro golpe a nuestra economía. Pero él
no tiene la culpa de todo. Tarde o temprano era inminente un serio golpe. El
coronavirus es un
shock excesivo para la ya debilitada economía.
El mejor escenario posible
Los mercados
de valores (-32 %) y los precios del
petróleo (-56 %) pueden ser un anticipo de lo que nos espera. En
China, el primer país afectado, pero que también tomó medidas draconianas muy
rápidamente, se estima – por el momento – una pérdida de crecimiento anual
del 5 %.
Para EE.UU. se espera una contracción anual del 7,5
% si la crisis dura tres meses. En Europa ya se tiene en cuenta una
caída del 10 %.
La tasa de desempleo
de la Eurozona podría aumentar del 7,4 % al 12 % a fines de junio.
Todo depende de cuánto tiempo dure esta crisis de la salud.
Si son dos o tres meses, se tratará de una suspensión temporal de la
producción. Será doloroso, pero si se aplican suficientes medidas de apoyo se
puede superar ese período. En el mejor de los casos – si no hay complicaciones
financieras – la producción se puede reiniciar como antes y después se pueden
recuperar los costos de la manera habitual, es decir, cobrárselos a la
población. En ese caso estamos en un escenario similar al del período posterior
a 2008.
Recordemos que la crisis de 2008 tuvo efectos devastadores.
Más de veinte millones de personas perdieron
sus empleos y 64 millones de personas en todo el mundo se vieron
empujadas a la
pobreza extrema. La crisis afectó a los presupuestos gubernamentales y
costó a los países de la Eurozona el 20
% de su PIB.
Otros escenarios posibles
Otra posibilidad muy real es que la crisis sanitaria dure
más tiempo en varias economías grandes. El Financial
Times supone que el impacto será probablemente severo y
prolongado, y que los trastornos en la economía continuarán hasta bien entrado
el año 2021.
En ese caso muchas empresas no sobrevivirán a la crisis y se
irán a la quiebra. Según Ben
Bernanke y Janet Yellen, anterior y actual presidente del Banco Central de
Estados Unidos (FED), ese escenario hará tambalear totalmente el sistema
económico y exigirá una recuperación extremadamente lenta. En ese escenario no
sólo tendríamos una suspensión temporal de la producción, sino una
reorganización del conjunto del sistema. Esta reorganización se
suma a los cambios causados por el Brexit y la guerra comercial entre
los EE.UU. y China.
Pero hay más. La agencia de noticias Reuters señala
la precaria situación de los mercados financieros y sostiene que en ese
escenario la crisis amenaza con arrastrar a todo el sector financiero. Si eso
sucediera, las consecuencias serían catastróficas. En 1980 el valor total de
los mercados financieros igualaba al de la economía real, hoy es cuatro
veces mayor. Además, apenas hay barreras entre los distintos sectores
del mundo financiero. Si un componente se ve afectado, la crisis se extiende
como un virus por todo el conjunto. Un tsunami financiero de este tipo puede
causar el colapso de grandes partes del sistema.
Más allá del dopaje financiero
Para absorber un choque directo se necesitan medidas
monetarias como préstamos puente, garantías de préstamos, aplazamientos de
pagos o pagos escalonados, etc. Pero, al mismo tiempo, con el fin de mantener los
mercados bajo control, también se están inyectando cantidades masivas de dinero
en los mercados financieros hoy en día (el llamado «calmante cuantitativo» o
Quantitative Easing, QE, en inglés). Esto por sí solo muestra lo inestable y
absurdo que se ha vuelto nuestro sistema económico.
De hecho se puede considerar el QE como un tipo de dopaje
que estimula temporalmente al paciente, pero que a largo plazo solo lo
pone más
enfermo. El QE, junto con las tasas de interés ultra bajas, ha creado una
gigantesca burbuja financiera y muchas compañías
y bancos zombies (1) hoy en día. Nuestro sistema financiero
está completamente enfermo. Según el
FMI, entre 1970 y 2011 se produjeron no menos de 147 crisis bancarias
nacionales individuales. Es hora de que el sistema bancario caiga en manos
públicas y de desmantelar el capitalismo de casino. De esta manera podremos
ahorrarnos los cracs financieros perversos e invertir nuestros ahorros de
manera social y sostenible.
Nunca desperdicies una buena crisis
Las medidas monetarias son necesarias pero no son en
absoluto suficientes. A largo plazo pueden incluso empeorar la dolencia. Para
mantener el poder adquisitivo y evitar que las empresas quiebren ahora se
necesitan más que nada medidas fiscales urgentes: un apoyo directo a las
familias o a las empresas. Esto puede consistir en proporcionar dinero en
efectivo a las familias, cancelar las facturas de energía, completar las
prestaciones de desempleo, ofrecer fondos puente a las empresas, eliminar
temporalmente pagos fiscales, etc. En Hong
Kong la mayoría de los habitantes reciben 1.280 dólares. En Singapur todos
los adultos reciben una suma de dinero. Bernie
Sanders quiere pagar 2.000 dólares mensuales a todas las familias
hasta el final de la crisis. Laurence
Boone, economista jefe de la OCDE, no descartó la nacionalización de
sectores enteros de la economía.
Cuando se pueda reducir las medidas de emergencia también se
podrán adoptar medidas fiscales en forma de grandes proyectos y misiones
gubernamentales que pueden compensar el crecimiento económico perdido y
absorber el aumento del desempleo. No faltan los candidatos potenciales para
esos proyectos. Esta crisis ha revelado, por ejemplo, que el sector de la salud
de muchos países necesita una inversión seria. Todavía hay muchos sectores más.
Y, por supuesto, no nos olvidemos del clima. La coronacrisis es el momento
perfecto para lanzar un Nuevo Pacto
Verde. Nos referimos a un verdadero NPV lo suficientemente ambicioso para
salvar el planeta y no al falso NPV de la Unión Europea, cuyo objetivo es sobre
todo asegurar los beneficios de las grandes empresas. Si la crisis persiste, se
impondrá inevitablemente una remodelación profunda de toda la economía.
Por el momento, la mayoría de los gobiernos sigue siendo muy
prudentes con los estímulos fiscales. Por ahora la mayoría de los países de
Europa solo quiere gastar el 1 % de su PIB, mientras que en Alemania es
aproximadamente el 4 % y en EE.UU. el
5 %. El lema de Martin
Wolf, economista en jefe del Financial Times, es claro: «En
tiempos de guerra los gobiernos gastan libremente. También ahora tienen que
utilizar sus recursos para prevenir un desastre. Piensen a lo grande. Actúen
ahora. Juntos».
¿Quién pagará la factura?
¿A quién le tocará pagar esta muy onerosa factura? Es
inaceptable que esta crisis la paguen otra vez los cuidadnos ordinarios. Hay
tres formas de financiar las medidas fiscales: asumiendo deudas, simplemente
imprimiendo más dinero o activando capital inactivo.
Asumir nuevas deudas, como ocurrió en 2008, equivaldrá a una
nueva ronda de recortes de presupuesto. Debemos oponernos enérgicamente. Rana
Foroohar, del Financial Times, incluso considera que es
imprudente: “Si queremos que el capitalismo y la democracia liberal sobrevivan
al Covid-19 no podemos permitirnos repetir lo que hicimos hace diez años:
‘socializar las pérdidas y privatizar las ganancias’.”
Imprimir dinero para estimular la economía real es una
abominación para los neoliberales e incluso está prohibido en
Europa. La coronacrisis es una excelente oportunidad para romper
con ese dogma. Según Paul
De Grauwe de la Escuela de Economía de Londres, esta medida es incluso
necesaria para salvaguardar la Eurozona.
La tercera forma también es obvia. Debido a cuarenta años de
políticas neoliberales los individuos ricos y las grandes empresas de hoy no
saben qué hacer con su «excedente de capital». Miles
y miles de miles de millones de dólares se encuentran en paraísos
fiscales. Ya es hora de un verdadero coronaimpuesto a los superricos. En este
caso podemos aprender algo del emperador
Marco Aurelio. Cuando se enfrentó a una pandemia en
el año 165 después de Cristo confiscó el capital de la aristocracia. La gente
del pueblo común recibió dinero para pagar los funerales.
En tiempos de crisis debemos atrevernos a pensar y a actuar
con valentía. Milton
Friedman, uno de los sumos sacerdotes del neoliberalismo, ya lo sabía:
“Cuando se produce esa crisis las acciones que se emprenden dependen de las
ideas que circulan”. Depende de nosotros proponer buenas ideas.
Nota:
(1) Las compañías zombie son compañías que no disponen de
reservas financieras. Al menor percance quiebran.
Traducido por Sven Magnus.