Procuración de justicia, una tarea pendiente en BCS
Tulio Ortiz Uribe
Los
datos son reveladores: Baja California Sur es el estado con más agencias del
Ministerio Público por cada 100 mil habitantes en el país, pero sus niveles de
efectividad en la resolución de investigaciones lo colocan en el vigésimo
lugar, con todo y que entre 2010 y 2011, el número de denuncias por delitos graves
aumentó en 33 por ciento, y que el 85 por ciento de los delitos no se denuncian
por desconfianza en las autoridades encargadas de procurar justicia, informa un
reporte elaborado por el Centro de Análisis de Políticas Públicas, AC.
Con datos oficiales, el
organismo demuestra que los agentes ministeriales encargados de dar
cumplimiento a las órdenes de aprehensión giradas por un juez, sólo efectúan poco
más de una de cada cuatro detenciones; es decir, 26 de cada 100. De esto se sigue que el número de agencias del
Ministerio Público no es determinante para un buen desempeño del aparato
encargado de perseguir el delito, sino que existen otros factores, como la organización
y los procedimientos de investigación,
que son decisivos para un trabajo eficiente.
Adicionalmente,
la confianza ciudadana de BCS en el Ministerio Público es muy baja. De acuerdo
con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública
(ENVIPE) 2012, levantada por el INEGI, el 60.5 por ciento de la población de 18
años y más no tienen confianza en el Ministerio Público; sólo el 9.4 por ciento
tienen mucha confianza y el 30.1 por ciento alguna confianza.
El
reporte, dado a conocer en marzo pasado con el título de “Seguridad y justicia
Penal en los Estados: 25 Indicadores de Nuestra Debilidad Institucional” afirma
que tanto en Baja California Sur como en el resto del país, miles de delitos (conocida como cifra negra), “quedan sin denunciarse porque las víctimas
prefieren cargar con su agravio antes de exponerse a ser doblemente victimizadas”
por los ministerios públicos. La encuesta ENVIPE captó que en el 2011, los
ciudadanos interrogados declararon haber sido víctimas de 135 mil 710 delitos en el estado, de los cuales 115 mil 555 no
fueron denunciados; es decir el 85 por ciento. Los tres delitos reportados con
mayor frecuencia son la extorsión, el robo parcial de vehículo y el fraude,
pero solo fueron denunciados el 30.4 del primero el 14.3 del segundo y el 14.2%
del delito de fraude.
Las causas principales por las cuales el 70
por ciento de los agraviados no denuncian el delito es “por miedo a que lo
extorsionaran”, “pérdida de tiempo”, “trámites largos y difíciles”,
“desconfianza en la autoridad” y “por actitud hostil de la autoridad”, causales
que denotan
una profunda desconfianza de la población hacia sus instituciones de justicia.
Para
el Centro de Análisis de Políticas Públicas, “las víctimas del crimen tienen
muy pocas probabilidades de ver sus casos resueltos. Los sistemas están
sobrecargados porque no priorizan: procesan delitos de alto impacto y los de
menor relevancia por igual”, y agrega que la mayoría de los estados dedican una
gran cantidad de sus recursos a sancionar delitos menores “a través de los
mismos mecanismos que se utilizan para resolver delitos graves, cuando podrían
ser atendidos mediante mecanismos de conciliación y salidas alternativas”
Datos
de la encuesta de INEGI que debería hacer prender los focos rojos de las
autoridades, son los reportes de conductas delictivas que los ciudadanos de 18
años o más observaron con mayor frecuencia en lugares cercanos a su vivienda
entre marzo y abril de este año: el 54.6 por ciento observa que se consume
alcohol en la calle; el 36.8 dice que se consume droga; el 25.8 que se vende
droga; el 21.9 hay robos y asaltos frecuentes; el 17.2% existe pandillerismo o
bandas violentas y el 10.4% hay riñas entre vecinos, entre los casos más
importantes.
Otro problema que
enfrentan las autoridades aquí, es el aumento de la denuncia de delitos graves.
No obstante que entre 2010 y 2011 hubo
una reducción del 2.6 por ciento a nivel nacional en el número de denuncias ante los Ministerios
Públicos, en ese periodo en Baja
California Sur aumentó un 33 por ciento
la denuncia de delitos graves: robo
en cuatro modalidades (a transeúntes, a casa habitación, a negocios y
vehículos), violación y lesiones dolosas. Así, en 2011 se registraron 735
denuncias por delitos graves por cada 100 mil habitantes, lo cual coloca al
estado en el lugar número 13. También habría que consignar que en esos años, la
tasa de homicidios dolosos bajó en el estado en 20.83 por ciento.
El nivel de homicidios en Baja California Sur se mantiene por debajo de
la media nacional con una tasa de seis por cada cien mil habitantes y es la segunda entidad con menor impunidad en homicidio
doloso, después de Yucatán; aquí, en promedio 75 por ciento de los homicidios
son sancionados, es decir se resuelven tres de cada cuatro, mientras que en el
resto del país se resuelve uno de cada cinco.
Otra
variable que es la consignación del delincuente, un procedimiento mediante el
cual el Ministerio Público pone a disposición de una autoridad judicial los
hechos o las pruebas necesarias para juzgar a alguien, tiene cifras negativas
aquí. En el país se observan tasas muy bajas de consignación con respecto a las
denuncias: en promedio casi 10 por ciento. En 2010 Baja California Sur se
alcanzó un 9.7% de porcentaje de consignaciones, mientras que Campeche tuvo el primer lugar con 73.2%.
Sin
embargo el estado enfrenta otro tipo de problemas. Junto con Quintana Roo, son
los únicos estados del país que no han podido acreditar su Centro de Evaluación
y Control de Confianza, y en la evaluación del personal estatal y municipal en
activo se lleva el 72 por ciento; de mil 407 elementos evaluados 226 no
aprobaron, es decir el 16 por ciento.
Para
los especialistas en seguridad pública, la policía preventiva es el elemento
clave para evaluar el sistema de seguridad y justicia, puesto que, además de participar en los
procesos de prevención y persecución del delito, es un vínculo entre la
ciudadanía y las autoridades.
De
acuerdo con normas internacionales se requieren en promedio 342 policías (estatales,
municipales y ministeriales) por cada 100 mil habitantes. Baja California Sur
supera esa cifra pues cuenta con 444 policías por cada 100 mil habitantes. Sin
embargo la solución no radica en la cantidad, sino en la confianza que la
ciudadanía tiene en ellos, así como la capacidad de resolver las denuncias.
La
encuesta ENVIPE 2012, muestra que en BCS sólo el 12 por ciento de los interrogados
tiene mucha confianza en la policía estatal, 8.5 en la municipal y 7.7 en la
policía ministerial. En ese orden, el 33.2, 31.7 y 28.4 consideran tener alguna
confianza en los elementos de esas corporaciones, por lo que más del 60 por ciento de la
población no les tiene ninguna confianza, y en promedio el 70 por ciento tienen
la percepción de que existe corrupción en estas instituciones.
Aunque
en su mayoría las cárceles en el país están sobrepobladas, controladas por grupos
criminales y con incidentes violentos, esto no sucede en el estado. La ONU considera que más de 120 por ciento de ocupación
penitenciaria constituye hacinamiento y puede considerarse como trato cruel.
México se ubica por encima de esta tasa con 124.4 por ciento, y en Baja California
Sur fue en 2011 de 102%.
Otro problema en el estado tiene que ver
con la reincidencia de los procesados del fuero común, personas que purgaron
prisión por la comisión de un delito, pero que luego de cumplir su sentencia fueron
recluidas nuevamente por cometer otro. La media nacional
de reincidencia es de 13.7% y en Baja California Sur es de 16 por ciento. La
tasa más alta la tiene Nuevo León con 27.4%.
Este tema es de relevancia porque tiene que
ver con las políticas de reeducación y recuperación social de los delincuentes.
A mayor tasa de reincidencia, menor éxito de los programas de readaptación
social.
De acuerdo con la especialista en derecho penal, Alicia Rodríguez Nuñez1,
el infractor debe recibir un
tratamiento individualizado dirigido a la adquisición de nuevas pautas de
comportamiento social que permitan una convivencia normalizada con sus
conciudadanos desarrollando su capacidad para la vida en común. Es evidente que
si durante el encierro no se consigue que el sujeto varíe su comportamiento y
una vez en libertad vuelve a infringir el ordenamiento penal, la colectividad
no habrá obtenido ningún beneficio de su privación de libertad que, además,
habrá costado una suma considerable de dinero al erario”