¿Puede el turismo atenuar la
pobreza?
El Turismo es como
el fuego, sirve para cocinar
pero también puede
incendiar la cocina
(Proverbio
asiático)
Tulio Ortiz Uribe
Cuando en 1974 se creo el Fondo Nacional de
Fomento al Turismo (Fonatur), se consideraba que esta actividad tendría un efecto
multiplicador en la economía de los estados y se tomó como estrategia central
para la promoción del desarrollo de algunas regiones de México.
Esta idea prohijó la instrumentación de
políticas públicas en el nivel central,
sin considerar los impactos ambientales, culturales y socioeconómicos
que traerían sobre la población local, comunidades y familias sin capacidad de gestión ni de control sobre una
actividad de la que no se benefician, salvo marginalmente.
Pero también hay
indicadores de que si el turismo se desarrolla de forma sostenible, puede
ayudar en la atenuación de la pobreza, especialmente en las zonas rurales y
deprimidas. Organismos internacionales señalan que con adecuadas fuentes de
financiamiento, el turismo puede contribuir a la lucha contra la pobreza tanto
en los países en desarrollo como en los menos adelantados.
Sin embargo autores como Salvador Gómez Nieves, de la Universidad de
Guadalajara, sugieren que se deben establecer políticas sociales y económicas
más inteligentes e integrales para el turismo (este año el Congreso local aprobó
desviar los fondos del Impuesto Sobre
Nómina y Hospedaje que se destinaban a
obras públicas prioritarias para el combate a la pobreza, a la promoción de Los Cabos en el mercado internacional) sin
perder de vista otras actividades productivas, para evitar que los destinos de
México escapen al crecimiento exponencial de la población “ese afán de
crecimiento irresponsable ante la degradación ecológica, la pérdida de las culturas,
los bajos salarios y la marginación”.
Es el caso de Los Cabos, en donde la
atracción laboral ha permitido la llegada de miles de trabajadores que, debido
a malas políticas públicas sociales y asistenciales, muchos de ellos viven en
condiciones precarias que los marginan de una vida digna.
Actualmente Baja
California Sur tiene un saldo migratorio positivo, ya que el municipio de Los
Cabos se ha convertido en el centro receptor de inmigrantes más importante del
estado y uno de los más destacados en México. Datos oficiales muestran que el
74 por ciento de los inmigrantes a ese municipio proceden de otras regiones del
país. De acuerdo con datos de INEGI, las principales entidades de origen de los
inmigrantes son: Sinaloa con el 17.4 por ciento, Guerrero con el 14.9 por
ciento, Distrito Federal con el 9.0 por ciento, Jalisco con el 6.2 por ciento,
y finalmente Oaxaca con el 5.7 por ciento.
Como resultado de esta oleada de
inmigrantes (en 10 años, Cabo San Lucas y San José del Cabo pasaron de 72 mil
532 a 120 mil 590 habitantes, un
promedio de 6 % anual), las autoridades no han podido atender todas las
necesidades de habitación, agua potable, salud, educación, energía eléctrica y
seguridad. Actualmente hay serios problemas de marginación en un lugar que mueve
miles de millones de dólares producto de la actividad turística, pero que tiene
8 mil 500 viviendas con piso de tierra; 15 mil no disponen de agua entubada; 4
mil 500 no tienen drenaje, 4 mil 300 se encuentran sin energía eléctrica; 64
mil habitantes no tienen derecho a la salud y, un dato que es por demás
ilustrativo: sólo hay 9 biblioteca públicas en el municipio.
Alfredo Serrano Mancilla, autor del estudio
“El impacto del turismo sobre la
pobreza” afirma que la pobreza todavía no es el eje central de las agendas internacionales
y nacionales del turismo. De igual forma, la Organización Mundial del Turismo
ha exteriorizado su preocupación por que el turismo “pueda conducir a la
pérdida gradual de los valores culturales, de la estructura económica y de la
identidad colectiva de una localidad”; por el contario, el turismo no debe
suponer la implantación de nuevas relaciones sociales, nuevos valores
culturales o nuevas costumbres, todas ellas ajenas a la comunidad; y agrega que
para lograr un desarrollo turístico equilibrado y sostenible se requiere que
precisamente esas condiciones nativas de la comunidad orienten la concepción y
la instrumentación de proyectos y productos turísticos.
Por su parte el
especialista español Jordi Gascón dice que la afirmación de que el crecimiento
del turismo genera bienestar en el conjunto de la población y ayuda a reducir
la pobreza, es un mito. En el ámbito internacional, dice, “está de moda el llamado enfoque pro-pobre.
Esta teoría considera que el crecimiento de la actividad turística, del tipo
que sea, puede reducir la pobreza y, por tanto, desarrollar propuestas para que
los pobres puedan participar en esta fuente de riqueza”
Y agrega: “El enfoque pro-pobre
parte de una visión errónea, a nuestro entender. No toma en cuenta, ni valora,
los impactos negativos que puede generar el turismo, que como ya hemos visto no
son pocos. Además, parte de una visión de la pobreza muy simple. La pobreza no
depende sólo de la cantidad de los ingresos obtenidos y del nivel de bienestar
alcanzado, sino del papel de la gente dentro de la sociedad. Si el incremento
de ingresos no va acompañado de una reducción de las desigualdades y de mayor
poder para decidir sobre las cosas que afectan a la gente, pues no hay
reducción real de la pobreza, la gente siempre se mantiene en una situación de
marginalidad frente a los que tienen el poder. El enfoque pro pobre para
nada toma en cuenta este problema y, de hecho, con sus aplicaciones va a acabar
ayudando a que aumenten las diferencias socioeconómicas entre los de arriba y
los de abajo”
Comenta que la relación
entre turismo y reducción de la pobreza es más compleja, ya que el turismo, “como
cualquier otro sector económico, puede contribuir al desarrollo de una región o
generar impactos altamente negativos; todo depende del modelo aplicado y de su
gestión. Pero históricamente, la tendencia a sido provocar más problemas que
soluciones, especialmente entre los sectores de población más vulnerables y en
los ecosistemas”
El turismo, dice
finalmente, hay que entenderlo como un
espacio de conflicto social: “en torno a la gestión y a la elección del modelo
de la actividad turística entran en competencia y contradicción diferentes
intereses de sectores sociales distintos: por el uso de los recursos naturales,
económicos y humanos, por el reparto de los beneficios o por la distribución de
las externalidades negativas que genera”
En efecto, en Los Cabos hay una inversión extranjera y
nacional multimillonaria. El valor del mercado
inmobiliario en el corredor turístico es superior a mil millones de dólares
anuales y tiene una tasa sostenida de crecimiento del 35 por ciento. En
promedio cada año se construyen dos mil casas de descanso para el mercado de
extranjeros, a un precio mínimo de 350 mil dólares. Aunque hay un segmento de
inversionistas que adquieren una propiedad exclusiva en zona de playa en un
millón de dólares o más al contado.
El mercado es tan lucrativo, que se calcula que las inmobiliarias tienen un
ingreso anual de 100 millones de dólares, tan solo por la intermediación entre
vendedor y comprador, sin considerar la venta de casas usadas, terrenos,
ranchos y otro tipo de propiedades.
No muy lejos,
surgen nuevos asentamientos irregulares ante el espejismo de una vida
mejor, que no llega. Cerros y cañadas que se pueblan con materiales de
desperdicio, y suites de 3 mil dólares la noche en un mundo de fantasía.