Tulio Ortiz Uribe
Santa Rosalía, BCS.-La historia se repite. Nuevos inversionistas llegan para despertar a Santa Rosalía de su letargo. Así fue en 1885 y en 1957. Auge y caída de una sociedad sin rumbo en donde el modo de producción se determina en los centros de poder económico y político. Los recursos materiales y humanos al servicio de las empresas trasnacionales. El trabajo y las materias primas se enganchan a la cadena mundial de acumulación de capital: invertirán mil 300 millones de dólares, pero se llevarán beneficios por 10 mil 500 millones. En 20 años, al término de la concesión, Santa Rosalía volverá a ser un pueblo fantasma.
Baja Mining Corp. promete mil empleos directos para darle oxígeno a un pueblo que desfallece. Salarios raquíticos que sólo servirán para reponer la energía perdida. Pero en el gobierno federal no se ponen de acuerdo o alguien está mintiendo. Para el secretario de Economía, Bruno Ferrari, los mineros mexicanos tienen “un salario que es mayor en una tercera parte al resto del promedio nacional”. Y agrega que “los empleos de calidad, como los que producirá la minera “El Boleo”, son el mejor camino para elevar la calidad de vida de los mexicanos”. Sin embargo estadísticas de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), muestran que el salario promedio de los mineros es de 150 pesos diarios, oscilando entre los 400 y 800 pesos semanales, según trabajen bajo contrato colectivo o para una empresa contratista. Bajo esta perspectiva, los mineros ganan menos que un albañil y la mitad de lo que recibe un empleado de comercio.
Así es hoy y así fue ayer con los franceses de El Boleo: dos pesos por jornal en vales canjeables en las tiendas de raya. En cambio, todas las concesiones para ellos: exención de todos los impuestos federales y locales por veinte años; cero impuestos durante cincuenta años a la exportación del cobre, y la construcción de un puerto de altura y cabotaje para la salida de los minerales, a costa de los contribuyentes mexicanos.
Así fue ayer y así es hoy. Este 16 de junio, la Administración Portuaria Integral presentó el proyecto de lo que será el muelle para el embarque de los minerales que saldrán del estado: posiciones para atraque, tuberías de carga y descarga, vialidades, bandas transportadoras para mover anualmente 50 mil toneladas de cobre; mil 700 toneladas de cobalto y 25 mil toneladas de sulfato de zinc.
Todo sin costo para los inversionistas que, “gracias a su determinación, se cristaliza un sueño que empezó hace generaciones y que hoy cobra nueva vida”, les dice Bruno Ferrari. Bienvenidos, saqueen, exploten, pero creen empleos. Al precio que sea.
Empleos para suavizar un poco la marginación y el rezago social en un municipio donde el 53 por ciento de la población con 15 años y más no terminó la educación básica; el 6 por ciento es analfabeta; el 9 por ciento (de 6 a 14 años) no asiste a la escuela; el 35 por ciento no tiene acceso a los servicios de salud; el 20 por ciento no cuenta con agua potable; el 22 por ciento sin drenaje; el 42 por ciento no tienen lavadora y el 30 por ciento de los trabajadores gana hasta dos salarios mínimos (119.64 diarios). Estos son los saldos de la explotación minera. Pero los funcionarios federales son incapaces de ver la realidad. Dice Bruno Ferrari: “la minería ha sido sinónimo de crecimiento, dinamismo y transformación para el país, debemos continuar haciendo de este sector un pilar de la economía y una punta de lanza de nuestra productividad”
Sólo hasta 1925, cuarenta años después de que arrancó el proyecto El Boleo, los franceses aceptaron un reglamento que normaba las relaciones de trabajo. Bajo ese convenio, se comprometieron a otorgar servicio médico gratuito a los trabajadores y sus familias, derecho de indemnización por accidente y lámparas de carburo y máscaras para quienes laboraban en la fundición.
Pero en 100 años el estado de cosas no ha cambiado mucho. Se puede leer en el proyecto ejecutivo del consorcio canadiense-coreano-japonés: “Excelente apoyo federal, estatal y local” (Excellent federal, state and local support); y agrega: El Boleo tiene “uno de los costos más bajos en el mundo por libra de cobre producido: 29 centavos de dólar.
No podía ser de otra forma, con el “excelente apoyo” que reciben de las autoridades. El artículo 263 de la Ley Federal de Derechos dice: “Los Titulares de Concesiones y Asignaciones Mineras pagarán semestralmente por cada hectárea o fracción concesionada o asignada, el derecho sobre minería, de acuerdo con las cuotas siguientes: durante el primero y segundo año de vigencia: 5 pesos 08 centavos por hectárea… del décimo año en adelante 111 pesos. La concesión abarca 20 mil hectáreas, así que los nuevos “inversionistas” pagarán por derechos de uso minero 200 mil pesos anuales en los dos primeros años; del décimo año en adelante 4 millones 440 mil pesos anuales. Una ganga si pensamos que 50 mil toneladas de cobre, a un precio actual de 9 mil dólares la tonelada en el mercado internacional, representa, tan sólo por este mineral, 450 millones de dólares por año.
Pero siguen las buenas noticias. Para los inversionistas, claro. Dice un cable de prensa: “A pesar de una expectativa de menores importaciones de China, por un menor ritmo de crecimiento económico en 2011, el precio del cobre podría crecer 48.7% anual, lo que lo llevaría a 11 mil 250 dólares por tonelada, estima Bank of America Merrill Lynch”. Sí, ellos saben cuándo y dónde invertir.
A principio del siglo pasado, la mina El Boleo llegó a aportar el 90 por ciento de la producción nacional de cobre. Tan sólo entre 1920 y 1940 salieron 175 mil 602 toneladas para impulsar la economía francesa.
Ahora, las venas de la Península volverán a abrirse para ofrecer sus tesoros. Hoy en día el consumo mundial de minerales es alto. La demanda crece más allá de la oferta y los precios suben. El capital no puede estar ocioso, debe multiplicarse. Aún hay mucho para llevarse. Con las nuevas tecnologías, en 20 años extraerán un millón de toneladas de cobre, 40 mil toneladas de cobalto y 500 mil toneladas de sulfato de zinc. Todo con un valor de 10 mil 500 millones de dólares a precios actuales. ¿Quién puede ofrecerles un negocio tan próspero? ¿Por qué el gobierno mexicano no alienta la inversión nacional y el desarrollo de tecnologías que permitan la industrialización de regiones mineras, y que se le añada valor a las materias primas?
Para Mónica Bruckmann, investigadora de la Cátedra y Red Unesco/Universidad de las Naciones Unidas sobre Economía Global y Desarrollo Sustentable, “este proceso no puede ser entendido, en su dinámica más compleja, fuera de las estructuras de poder económico y político a nivel mundial… El desarrollo tecnológico está condicionado y manipulado por estas estructuras de poder, que politizan la naturaleza en función de sus objetivos. La enorme acumulación histórica de conocimiento se convierte en un instrumento de dominación extremamente poderoso”
Y agrega: “El sistema mundial basado en la división internacional del trabajo entre las zonas industriales y manufactureras y los países productores de materias primas, minerales estratégicos y productos agrícolas, consolidó el poder hegemónico de los países centrales y su dominio en relación a las zonas periféricas o dependientes… Así, la elaboración industrial de las materias primas que exportaban los países periféricos tendió a ser la menor posible, consolidando y ampliando la dependencia económica, pero también la dependencia científica y tecnológica de estas regiones”
Por esto nuestros pueblos mineros quedan vacíos, en la pobreza, pueblos-fantasma. Sólo queda la chatarra, los recuerdos, los tajos abiertos, las heridas que no cicatrizan en la tierra.
Pero los pobladores no pierden su capacidad de soñar. Ya vendrán tiempos mejores, dirán. Empleos al costo que sea. La historia se repite.
Como dice Eduardo Galeano en su ya clásico Las venas abiertas de América Latina: “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta”
Y los nuevos conquistadores continúan con el festín. Saque usted las cuentas: al 15 de junio el precio de una libra de cobre se cotizaban en 9 mil dólares; producirán 50 mil toneladas anuales: 450 millones de dólares. La tonelada de cobalto, 33 mil 500 dólares, producirán mil 700 toneladas anuales: 57 millones de dólares. El precio del sulfato de cinc 500 dólares la tonelada: producción anual 25 mil toneladas: 12 millones 500 mil dólares. Estos tres productos redituarán anualmente 520 millones de dólares
Mientras continuemos con un modelo de exportaciones de materia prima de bajo valor agregado, el ciclo de auge y declive de las poblaciones mineras del estado continuará hasta el agotamiento total de las vetas. Se requiere una estrategia de industrialización de los recursos naturales basada en el desarrollo tecnológico para exportar productos terminados y no materias primas.
Pero para esto se necesitan gobiernos independientes que defiendan los intereses nacionales. Es un asunto de soberanía que requiere la integración de los pueblos y de los movimientos populares, con un creciente poder de presión social y participación en la elaboración de políticas públicas. La socióloga Bruckmann lo dice de esta forma: “En este contexto, un principio que adquiere cada vez mayor centralidad es el de la soberanía, como la capacidad de autodeterminación de los Estados, las naciones, los pueblos y las comunidades. Esta soberanía significa también la apropiación de la gestión económica y científica de los recursos naturales, que permita elaborar estrategias de desarrollo a partir de un inventario regional de los minerales…”
Finalmente, una cita de Galeano: “Para quienes conciben la historia como una competencia, el atraso y la miseria de América Latina no son otra cosa que el resultado de su fracaso. Perdimos; otros ganaron. Pero ocurre que quienes ganaron, ganaron porque nosotros perdimos: la historia del subdesarrollo de América Latina integra, como se ha dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial. Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarra, y los alimentos se convirtieron en veneno”